Según
la mitología clásica las musas eran las hijas de Zeus y Mnemosine que bajaban a
la tierra en la búsqueda de hombres cuya inspiración debían de alimentar. Estos
hombres privilegiados (músicos, pintores, escritores,…) escuchaban sus voces y
estas ideas les ayudaban a crear obras de arte.
Tras la
lectura de uno de los capítulos del libro de Daniel Cassany, Describir el escribir. Cómo se aprende a
escribir, se me ha venido a la cabeza la idea de las musas y la inspiración
porque es muy normal en el aula de Educación Secundaria que un alumno se quede parado sin
hacer nada y que su argumento sea “es
que no estoy inspirado”. A esto que le suelo contestar “como decía el pintor
Picasso, la inspiración existe pero debe encontrarte trabajando”. En este
capítulo de Cassany se explicita las estrategias que un buen escritor usa para
realizar una buena composición escrita, diferenciando con respecto a los pasos
que da un escritor mediocre. Los datos que ofrece están recogidos de numerosos
estudios procedentes de diferentes perfiles de lectoescritores. Los resultados
de esta investigación se resumen en que cuanto más se trabaja un texto, mejor
va a ser su resultado. Por lo tanto podríamos afirmar que una gran obra es el
fruto de un gran trabajo previo. ¿Entonces no existe la divina inspiración?
Si
profundizamos en la lectura de dicho capítulo, Cassany además nos describe las
diferentes estrategias que se han de tener en cuenta para aprender a escribir
correctamente. En primer lugar destacamos las estrategias de composición. Cuando
un escritor mediocre va a componer un texto primero planifica su estructura,
realiza un borrador lo revisa y construye el texto final. En cambio, los buenos
escritores planifican la estructura, realizan un primer borrador, revisan ideas nuevas,
reformulan la estructura, un segundo borrador, de nuevo ideas nuevas y
reformulan la estructura, tercer borrador… y así sucesivamente cuantas veces
sea necesario. El buen escritor pasa más tiempo en la preparación y
planificación, no tiene miedo de equivocarse, es mucho más crítico consigo
mismo, ni se cansa de reformular cuantas
veces sea necesario el texto. Al contrario de un escritor mediocre, quien se
obsesiona más por la forma (reglas ortográficas y gramaticales) rompiendo el
flujo ágil y creativo de las ideas y de la redacción. También en dicho capítulo
se destaca que el buen escritor tiene muchas más estrategias de apoyo, es decir
microhabilidades completementarias en relación a la búsqueda de palabras,
ideas, contenidos,… y también son mucho mejores lectores a nivel de comprensión, creación de
resúmenes y esquemas.
Por lo
tanto, la conclusión que obtengo de esta lectura de Cassany, es que la calidad
de una composición escrita equivale al esfuerzo y trabajo que hay detrás de dicho
texto. Haciendo un paralelismo con lo que observo del trabajo de los alumnos en
el aula, las nuevas generaciones a nivel general presentan un rechazo total al
esfuerzo, constancia y trabajo. No quieren nunca equivocarse. Lo mejor es
hacerlo todo de primera y lo más rápido posible. Y el ser críticos con ellos
mismos tampoco lo entienden bien, porque el fracaso es lo peor para ellos.
Entonces me pregunto ¿cómo hacer que comprendan que no importa cuántas veces se
equivoquen, tachen, borren y rehagan todo de nuevo? Si al fin y al cabo lo importante
es pasar por todo este proceso para aprender. Thomas Alva Edison realizó más de
mil intentos hasta conseguir por fin crear la primera bombilla, y fue gracias a
esos mil intentos fallidos que él aprendió como no funcionaría.
Si es
que… ¿cómo les hago entender que las musas no existen?
Bibliografía
Cassany,
D. (2011). Describir el escribir. Cómo
se aprende a escribir, pp. 119-137 Barcelona: Paidós.